El espíritu del retroceso educativo con el PP: tan lejos y tan cerca
Así nos quiere el PP en la escuela pública del siglo XXI… Me hicieron esta foto el 19 de enero de 2010, en el Museo de la Escuela, en Alcorisa (Bajo Aragón), acompañada por mi compañero de CHA Ángel Hernández, concejal en aquel ayuntamiento, en la 31ª Semana Cultural de Alcorisa. Coincidí con mi amiga Montserrat Martínez, ex Vicerrectora de la Universidad de Zaragoza (de Estudiantes y del Campus de Teruel), muy vinculada a Alcorisa, y directora del Instituto de Estudios Turolenses, que había copresentado un libro. Como docente e hija de maestro republicano «depurado» por el régimen franquista, sabe mucho de los logros y las penurias educativas del XX y participa el próximo lunes 4 de noviembre, a las 18:30, en el Salón de Actos del Centro Joaquín Roncal (C/San Braulio, 5-7) de Zaragoza, en la presentación del documental Las maestras de la República, organizada por la Fundación María Domínguez. Haré todo lo posible por asistir.
Volviendo a la foto, cuando la veo pienso que me es más cercana a alguna fotografía de la generación de mis padres que de la mía, pero algunos de los símbolos que aparecen presentes también los viví yo. En el fondo, hay cosas que parecen muy lejanas pero las tenemos desgraciadamente muy cerca:
– La imagen omnipresente del dictador de las políticas del ordeno y mando que tanto complace a la derecha más caduca que nos gobierna, por eso de que la letra con sangre entra que encaja tan bien con la nueva ley de autoridad (autoritarismo) del profesorado para tapar las consecuencias de las políticas necias de recortes y mirada cortoplacisma.
– El crucifijo sobre mi cabeza (aunque no se vea más que una parte) que hoy sigue marcando moral y vacaciones escolares, y que cada vez Wert quiere más y más presente en todos y cada uno de los niveles educativos, acorde con su modelo confesional y catequizante de las aulas, que deberían un espacio laico, por principio.
– La hucha del negrito, recuerdo de una sociedad en la que se nos enseñaba que gracias a nuestra limosna habría negritos y chinitos que podrían vivir bajo el amparo del dios cristiano, curar sus heridas y comer un cacho de pan, casi casi como hoy hacemos con las personas en situación más vulnerable, en riesgo de exclusión y probreza o simplemente inmigrantes sin papeles y otras gentes de «malvivir», como deben de pensar en la calle Génova de Madrid (y toda aquella persona que los secunda, por supuesto, empezando por el PP aragonés de Luisa F. Rudi y su leal consejera de Educación, Dolores Serrat, en el Gobierno PP-PAR).
– El mapa de la España «Una, grande y libre», que se cambiaba (o se amontonaban uno sobre otro) según estudiábamos los ríos, las provincias o las montañas… testimonio de una pedagogía esclerotizada y de unos tiempos en los que el alumnado no sabíamos apenas nada del mundo y de la vida en general y los docentes eran casi la única ventana a ese mundo. Ahora, esa LOMCE del PP (o de Wert, o de quien sea) de la que parecen estar tan orgullosos los amantes de las gaviotas azules, nos hará retroceder décadas sin plantear pasos hacia adelante que debíamos haber dado ya hace tiempo. No tienen nada de lo que estar orgullosos, está claro.
– El libro de texto-manual-para-todo, complemento del catecismo, del crucifijo, de la hucha, de las historias de los grandes «héroes» de la cristiandad… donde todo era memorizable pero absolutamente nada discutible ni cuestionable, porque se trataba de educar generaciones sumisas y aleladas, desde los principios nacionalcatolicistas, para no crear problemas al Régimen.
– «La bola del mundo», como la llamábamos, que a mí me fascinaba porque te permitía soñar, tener la impresión de que todo lo tenías a mano… aunque nada estaba más lejos de la realidad. Y poco más.
Podría seguir… Sin embargo, mi sonrisa (y mi edad, por supuesto) tiene muy poco que ver con aquellos tiempos pretéritos. Esta foto forma parte de un reto-simulacro (porque me daba un poco de reparo hacérmela en público), comenzando por ponerme la bata. Nada tiene que ver con las fotos que alguna vez he encontrado en casa de mis abuelos, en el pueblo, o en otras casas, donde los niños y las niñas que aparecían retratados se parecían poco a a los niños y niñas de su edad en otros países europeos, como enseguida comprendí.
Lo suyo, por culpa de una utilización interesada, vertical y doctrinal de la educación, no fue un simulacro, sino la dura realidad que les tocó vivir, a ellos y a sus maestras y maestros más concienciados con la causa educativa.
Cuando me hicieron la foto, en aquella tarde fresca de 2010, porque era bien invernal, nos reímos mucho, pero ahora todo da pampurrias con Wert & Cía.